Friday, January 04, 2008

Perdida en el devenir del tiempo

El tiempo avanza y no se detiene, se escucha el tic tac en la habitación como si me recordara cada instante con ese castrante sonido que la muerte es inevitable. Siento una punzada en el pecho. El latir se agita cual caballo en brama. Me extraña la reacción de mi cuerpo, aún recostado en la cama. Cierro los ojos e intento aclarar mi mente, pero lo único que percibo es un dolor de cabeza y pérdida de memoria de hechos que ocurrieron en la madrugada. Sólo sé de cierto que fui a una "pequeña" reunión y nos alcoholizamos hasta el llanto. Abrí los ojos y los tengo hinchados.

La luz de la tarde anuncia el devenir del tiempo, me doy cuenta que dormí con la ropa mal oliente a cigarro y a humores de fiesta. No quiero levantarme, deseo permanecer debajo de la colcha y olvidar lo que intento recordar. Odio las borracheras cuando terminan en ojos humedecidos, eso significa que quizá una aguja invisible me pincha el corazón. Un timbre me regresa a la cruda realidad. Es el interfon y detrás del auricular escucho la voz del poli que me dice "Aquí abajo está E" y a mí qué, pienso. "Si, déjelo pasar por favor", cuelgo y vocifero "aunque en realidad no estoy".

Voy al baño para lavarme la cara. Me detengo frente al espejo y no me reconozco. La mirada parece intranquila como si hubiera habido una tormenta de fuego. El color rojo me confirma las cenizas. Me hundo en la corriente del agua esperando que ella limpie la mugre de la piel y las impurezas de la resaca. En eso, una galería de imágenes borrosas refresca el recuerdo adormecido. Amigos bebiendo cerveza y ron, risas, abrazos, lágrimas, la avenida desierta, decenas de automóviles, el metro, un cuerpo, Él a mi lado.

Tocan la puerta, me seco el rostro e interrumpo la revelación con un "ya voy". Abro y lo primero que entra es la luz, me lastima, alcanzo a ver que E viene acompañado de B. Los dos me saludan con un "qué carita" y es que es inevitable mi aspecto de desvelada con grandes dosis de alcohol, a pesar del intento fallido de esconder los vestigios con jabón.

Después de sentarnos en los sillones les ofrezco café, en sí soy yo la que necesita despertar. Ellos acceden a mi invitación y yo a la de E de fumar un toque. ¡Como si necesitara estar más ausente y deambular en un laberinto de ideas! Yo lo prendo e inhalo el humo sin respirar unos segundos. El departamento se inunda de olor a granos de café y hierba quemándose.

Rolamos el cigarro bien forjado hasta que se desvanece en nuestros labios ya secos por la cannabis. La charla discurre en anécdotas sumidas en la decadencia como qué si se puede morir "literalmente" de envidia y deseos mal logrados sumergidos en éter. Nos callamos tras un comentario incoherente de B. El fondo musical me traslada a la noche anterior. Armo el rompecabezas mientras recuerdo entre telarañas la razón del llanto desmedido: una cicatriz abierta con alcohol.

A lo lejos oigo palabras sin sentido que se las lleva el eco de mis pensamientos dispersos. Creo que B y E hablan sobre lo que hace B para pagar la renta de su "piso" en la colonia Roma. B es español y en México vive desde hace años, pinta y escribe; toma y fuma. Regreso a la plática y me vuelvo a ir. El tiempo avanza, pienso. De repente como si lo tuviera a un costado mío, escucho el tic tac del reloj. La muerte está presente. Recordé que la recordé la noche anterior.

E me desconecta de mi trance. Estoy de nuevo en el departamento. Pregunta si preparamos la carne que trajo de Hidalgo. Le contesto que si y los nubarrones de mi cabeza desaparecen. La idea de comer hace que me levante del sillón. E se ofrece a ayudarme. Entramos a la cocina. Los trastes lucen sucios de algunos días y me disculpo por que no me gusta lavarlos.

El sartén está caliente. Saco la cecina de una bolsa de plástico. Está roja como la sangre. El color me devuelve la memoria que perdí. Una sucesión de imágenes se ordenaron en mi mente seguidas de un estremecimiento corporal. Coloco la carne en el aceite hirviendo. Es la noche de ayer, salgo de la casa de mi amiga en compañía de Él. La calle está oscura y desierta. Se siente el frío del amanecer. A lo lejos viene un camión, le hacemos la parada. Yo traigo los ojos hinchados.

Nos bajamos en la estación más cercana del metro. Esa línea no funciona, volvimos a tomar un camión hacia otra estación. La ciudad está despertando y yo aún no duermo. Es raro que a esta hora de la mañana en sábado haya demasiado tránsito. Me asomo por la ventana y veo muchos automóviles. Descendemos de la unidad y caminamos. Hay caos vial. Las miradas se dirigen a un coche que está atravesado y detiene la circulación. A pocos metros de distancia sobre la banqueta yace un cuerpo de mujer y cerca de él un vaso de plástico. De la cabeza le escurre sangre. Avanzamos unos pasos y veo su rostro, se me hace familiar. Salpica el aceite sobre mi mano y volteo la carne.

7 comments:

Fergus said...

Hola Bruja Mayor ya extrañaba las letras que salen de tus hechizos lingüísticos. Me ha gustado mucho esta narración de memoria/des-memoria y muerte. Siento que la conclusión de tu relato es una muy buena forma de decir que la vida es como un suspiro que de pronto se agota. Buen año para tí y tus aprendices.

La chica palida sin esquinas said...

Después me cuentas esta historia que el pinche mexicano también reseñó.
Escribe más, eres buena mija.
quiero ir a comer carne a tu casa, con café de grano y olvidar que pasan los años, nomás tragarlos...

Saludos a la familia

Anonymous said...

Que raro que el tiempo se desparrame de esa forma colmando la ciudad. Tan raro como un sábado de tráfico mental. La muerte sí, la muerte que anda en todos lados ha dejado unos ojos inchados de tanto llorar. Una historia que también se debe recordar.

Flores de los Santos said...

Òrale! eso es como lo que hace Lynch.
Nos vemos pronto.

Marilui said...

Hola, Sharenii, es un placer leerte después de andar perdida unos cuantos meses. Me falta un mes y medio para parir y he tenido dos pesadillas vívidas con respecto al bebé, los nervios traicionan y el subconsciente no perdona. Te mando mucho saludos y te informo que atesoro el libro que me prestaste. Es una preciosidad, mi marido lo está leyyendo, pero en cuanto lo termine te escribo para devolvértelo y aprovechar para tomarnos un cafecito.

Un abrazo de tu alumna pródiga.

Hipodamos said...

Es maravilloso el cómo entretejes palabras para crear historias y vidas que habitan en un universo paralelo al universo que habitamos, tienes que volver a escribir para que nos regales más criaturas de esas que surgen de entre humo de tabaco, alcohol y cigarrillos mágicos.

Anonymous said...

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