Wednesday, June 21, 2006

Pueblo quieto


Era en un pueblo de Durango alejado de cualquier avance tecnológico y ubicado en medio de la nada, donde los pobladores vivían cansados y temerosos de las historias que circulaban sobre familiares y personas que murieron en la revolución.
Las noches eran tranquilas y devoradoras de fobias, se escuchaba el sonido del viento golpear las hojas de los árboles, deambulaba en el ambiente un llanto perpetuo por los caídos, mientras que la angustia tocaba las puertas de las casas de madera de los habitantes.
En una noche de otoño en el año 35 hubo una fiesta en el centro del pueblo, la gente celebraba el día de muertos. Se realizó una misa a los acaecidos en el incendio que provocaron los revolucionarios, antes de la desgracia mucha gente huyó a poblados aledaños, enterraron sus pertenencias y desaparecieron, los demás se calcinaron.
El pueblo fue abandonado, pero como ave fénix, renació de las cenizas y se levantó. Ahora los que vivían ahí, eran los hijos y nietos de los muertos.
Se rumoraba que cuando caía la oscuridad y la luna alumbraba el silencio, extraños acontecimientos ocurrían. Las ovejas aparecían fuera de su corral, objetos se perdían, aparecían hoyos en la tierra pero no siempre pasaba, sólo en las noches de luna llena. Algunos borrachos afirmaban que veían siluetas extrañas deambular por los alrededores, cerca del río.
Decían que regresaban los difuntos a buscar sus tesoros.
Esa noche de recuerdos y fiesta, el pueblo se llenó de velas y música, después del sermón y unos padres nuestros, se olvidaron de su tristeza y brindaron por el porvenir.
Ya en la madrugada, la gente comenzaba a refugiarse en sus casas.
Un joven desgarbado y un poco alcoholizado atravesaba la llanura, chiflaba una canción que tocaron en la fiesta. Un ruido que provenía del otro del río, lo distrajo de su camino, se acerco a la sombra de uno de los árboles que se erguía en el horizonte.
En eso, una luz brillante surgió de la oscuridad maldita, se estremeció el joven, el terror lo inundó de sangre violenta, al mismo tiempo que sus sentidos se inmovilizaron unos segundos que parecían una eternidad.
SE acercó al resplandor que simulaba una figura renacer de la nada, la abrazó y desapareció.
Días después, unas señoras que iban a lavar al río encontraron sus ropas rotas. Nadie más supo de él, sin embargo tampoco volvieron a ocurrir cosas que rompieran la normalidad del pueblo.

1 comment:

Fergus said...

Esta narración me la contaste vía telefónica una noche de septiembre cuando aún vivía en el sur de la ciudad.