Salgo a la calle. Me dejo llevar por el susurro del viento frío que conduce mi destino. Nubes grises tapan al cielo y una tenue niebla acaricia mi rostro. Necesito algo para saciar las ansias que carcomen mis sentidos.
En la plaza, el frío ha ahuyentado casi a todos, excepto a una joven de singular belleza. Sus labios me invitan a poseerlos y admirarlos por siempre. Allí, en ese momento supe que ya no quería coleccionar ojos, sino bocas y empezaré con esa.
Sin que ella lo note la persigo, observo su cabello y delgada espalda. Cuando está a punto de entrar a su casa me acerco, la abrazo por detrás y antes de que se altere le acerco cloroformo para dormirla. Me la llevo al lugar donde opero, en el sótano de un edificio abandonado. Ahí, la torturo y la dejo desangrar.
Ahora está recostada en la cama; observo su cuerpo sin vida, aún tibio. Tiene piel de nube, tersa y blanca; senos frondosos y caderas sinuosas que invitan a pecar. Mi mirada se detiene en sus delgados y bien trazados labios, me sumerjo en el oasis de las comisuras, jugueteo un rato con ellos hasta saciarme.
Después, me dispongo a preparar la cirugía, dibujo con plumón un cuadrado, utilizo un bisturí para hacerle un corte alrededor de la boca; trato de separarla de la mandíbula, pero algunos cartílagos lo impiden. Los corto y por fin tengo su boca en mis manos.
En la plaza, el frío ha ahuyentado casi a todos, excepto a una joven de singular belleza. Sus labios me invitan a poseerlos y admirarlos por siempre. Allí, en ese momento supe que ya no quería coleccionar ojos, sino bocas y empezaré con esa.
Sin que ella lo note la persigo, observo su cabello y delgada espalda. Cuando está a punto de entrar a su casa me acerco, la abrazo por detrás y antes de que se altere le acerco cloroformo para dormirla. Me la llevo al lugar donde opero, en el sótano de un edificio abandonado. Ahí, la torturo y la dejo desangrar.
Ahora está recostada en la cama; observo su cuerpo sin vida, aún tibio. Tiene piel de nube, tersa y blanca; senos frondosos y caderas sinuosas que invitan a pecar. Mi mirada se detiene en sus delgados y bien trazados labios, me sumerjo en el oasis de las comisuras, jugueteo un rato con ellos hasta saciarme.
Después, me dispongo a preparar la cirugía, dibujo con plumón un cuadrado, utilizo un bisturí para hacerle un corte alrededor de la boca; trato de separarla de la mandíbula, pero algunos cartílagos lo impiden. Los corto y por fin tengo su boca en mis manos.
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observo su cabello y delgada espalda. Cuando está a punto de entrar a su casa me acerco, la abrazo por detrás y antes de que se altere le acerco cloroformo para dormirla.
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