Era temporada en que las aves emigraban de norte a sur. En una parvada venían cientas, algunas se quedaron en el camino, las más fuertes seguían en el aire, pese a las inclemencias del clima.
Habían pasado varios dias que no comían ni bebían agua. Ya cansadas de volar, y cada vez menos aves, pasaron cerca de la Ciudad de México, ahí se enegreció el cielo durante el día, la nubes se pintaron de gris.
Bajó la temperatura y su instinto les indicó que pronto caería un chubasco, ya estaban demasiado exhaustas. El agua próxima a caer les vendría bien, ya que días antes habían volado en un calor intenso.
Cayó la primera gota y de inmediato una tormenta. Al principio las aves sintieron alivio, de pronto les comenzó a quemar el agua, las plumas se desprendían de sus cuerpos y estos se deshacían y humeaban en el cielo. No sabían que por los altos niveles de contaminación la lluvia ácida terminaría con su viaje.
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1 comment:
También me gustaría emigra como esas aves ante la amenaza de la ácida lluvia chilanga
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